Lo sé. Lo vi. Y lo siento.
Nothing Compares 2U, Sinéad O´Connor
La calle atestada de gente vestida de ocio, de fiesta, con el verano aún coleando por las esquinas. Y apareces delante, siglos sin verte, con el gesto crispado y los dedos que, más que sujetan, hieren el cigarrillo que siempre llevas prendido en tus labios. Habanos. No has cambiado en todo este tiempo.
Detrás de ti, tu mujer y tu hija, sonrientes, ajenas a tu imagen de hombre devastado que rumia los presagios aún no cumplidos. Cuánta soledad asoma ya a tus ojos de hombre serio. No me has mirado. No me has visto, escondido en tu negrura. Somos fantasmas que circulan en dirección contraria. Si alguien me pregunta alguna vez de qué forma camina la ausencia, diría tu nombre.
Dos años después vi la esquela en el periódico, mes de noviembre. Y como si me devolviera la hemeroteca a dos años atrás, me crucé de nuevo contigo en aquella tarde aún septembrina, con tu recuerdo de hombre difunto de ella. ¿Se puede morir por otro?... Claro que sí. En la antelación que precede a la despedida definitiva, se puede morir, de hecho, no vivías: tu imagen era espectral y se erguía en la figura de hombre alto y severo que conocía. Las piezas encajaban a la perfección. La noticia dada, posiblemente esa misma tarde. La esperanza en ella, la despreocupación y la sonrisa de vuestra hija. Menos tú, adivino de calamidades de casa vacía.
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