Los años más bellos

 







"Noi che volevamo fare nostro il mondo
E vincere o andare tutti a fondo
Ma il destino aspetta dietro un muro
E vivere è il prezzo del futuro"


El alegre comando de primos conocíamos al dedillo cada tablón de madera de la casa de los abuelos. No cabía mayor riesgo ni deleite que subir las escaleras peldaño a peldaño, con el pie bien pegado al extremo, demorándonos el tiempo necesario, unos detrás de otros, escaladores de un minúsculo Everest que nos llevaba al paraíso: ese desván lleno de secretos de familia, de aventuras posibles, de revistas poco interesantes -eso creíamos- apiladas junto a la puerta de acceso. Una preciosa máquina de escribir -de ésas que en las películas americanas desvelan noticias impactantes que ponen el mundo patas arriba- sí que captaba nuestra la atención. 

La luz se filtraba suave por unos ventanucos invitando a crear una atmósfera de ensueño, de vestidos de comunión convertidos en galas nupciales, boinas requetés, rojas, que volaban de cabeza en cabeza. Misterios del pasado que alborotaban nuestras edades aún infantiles, pensamientos a medio hacerse, ilusiones que se perfilarían y proyectarían entre telarañas, polvo, ropas viejas y trastos -muchos trastos-, lo normal en un sitio así.

Los años más bellos nunca podrán sernos arrebatados. Hicieron mella en nuestra alma y carácter. Configuraron cada prototipo de forma única. Fuimos promovidos a la escala del David de Miguel Ángel: poderosos, soñadores, limpios, nobles, perfectos, atrevidos, arrogantes a veces...  

Nosotros, los necesarios, hemos llegado a esta playa de la mediana edad sorteando arrecifes, naufragando y levando anclas de nuevo. Nosotros, que hemos amparado sin malicia -la mayoría- los cambios paulatinos hacia una encrucijada de la que es imposible averiguar si saldremos airosos. A nadie le puede pasar desapercibida la sensación de brusco viraje, de maniobra arriesgada, de escollos demasiado próximos que pudieran hacer trizas el carenado del barco alterando el rumbo previsto. Pero de eso se trata vivir. Y de oportunidades nuevas. Romper las reglas inservibles. Desechar lo que lastra y estorba. Y quizá regresar al punto de partida antes de extraviarnos, para enderezar. 

Cada paso que doy, cada peldaño, cada crujido son regalos. Cada reto, cada ilusión y cada logro alcanzado aumentan la esperanza, bendicen la existencia, expanden hasta el infinito ese don que habita nuestro yo más recóndito. Deberíamos dejar de pensar en jactarnos en todo lo banal que solo asfixia y atormenta, y dejar que la luz misteriosa entre en nuestro desván. Hemos conocido los años más bellos, dibujado su mapa, y tachado con una cruz el punto exacto del lugar que espera el rescate del tesoro, sin impaciencia.

,


Comentarios

Entradas populares de este blog

Obdulia Bercedo

La Ninu

El ovni