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Mostrando entradas de diciembre, 2020

El niño mutante

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  La Dictadura Científica Acaba de Empezar, Los Niños Estelares                                                                                            Imagen de la autora del blog, Detalle de Doos Interiorismo. Ocupó cientos de portadas, abrió informativos, editoriales de radio, reportajes, dimes y diretes... Trending topic durante semanas... La conmoción por el nacimiento del Niño Mutante fue tal que suscitó hondas preocupaciones entre los futuros padres, desde Nueva Zelanda hasta Islandia. ¿Cómo y por qué había sido posible?... No hubo científico, experto, astrólogo, filósofo, tertuliano, que no teorizara, demostrara, interpretara, arguyera o debatiera las más sensatas o disparatadas posibilidades de lo sucedido. Se estu...

Locos, locos, locos...

  She Drives Me Crazy, Fine Young Cannibals La Gacela y su León han salido de casa para ir al Corte Inglés. De cuando en cuando, van a probar colchones en diferentes establecimientos del ramo del descanso -preferiblemente grandes superficies en las que dar rienda suelta a su juego-. Se han vestido elegantemente, como siempre que salen (ella, Galicia Calidade, en un precioso abrigo de Adolfo D., y él enfundado en otro, de exquisita confección, Jil Sander para hombre, regalo de la Gacela por el cumpleaños de su amado. De esa guisa, nadie osará llamar a Seguridad aunque, en una ocasión, a punto estuvieron de salir mal del trance. (Suena megafonía: Ding ding dong... Semana del descanso en el Corte Inglés. Grandes descuentos en las mejores marcas, colchones, bases... y todos los complementos. Aprovechen las ofertas. Fin de megafonía) -Cariño, ¿preparada? -dice gentilmente León a Gacela-. Esta vez empiezo yo, no te adelantes, que te veo impulsiva. No me mires así, Gacela mía, que estás q...

Existe ese lugar. Lo conozco.

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Somewhere Only We Know, Keane Tenía delante de mí el cuadro de la casa con la fachada pintada de color albero, el patio con la mesa de piedra, las sillas cubiertas con mullidas galletas de lino, de color claro. La luz filtrándose sin violencia entre la celosía cubierta por la enredadera. Sabía que ese lugar me había sido destinado. Y es más: sabía que sería feliz hasta el final de mis días. El cuadro llegó a mi casa como recompensa, como autorregalo tras una intervención exitosa. Casualmente, lo vi en el establecimiento y sentí el impulso de comprarlo, sin género de duda. Las buganvillas, espléndidas, que poblaban los grandes macetones, sin embargo, alteraron brevemente mi emoción inicial. En mi corazón, en el lugar destinado a las flores que amo, se encontraban las freesias -que formaron parte de mi ramo de novia-, las camelias -fui la reina Camelia en una obra infantil, en el pueblo donde me crié-, y las hortensias, ante las cuales me extasío en los veraneos santanderinos. ¡Pero buga...

La señora del carrito

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Frente a la playa de la Concha, en Santander, cerca del lugar en que estuvo ubicada la ermita de San Roque, todos los años, cuando llega el verano, me aproximo al carrito de helados a comprar uno, el primer deseo, el de mantecado con orujo de Liébana y sobao pasiego -no apto para menores-, denso, rico, y sin resultar excesivo. La señora del carrito, a quien saludo con afecto, alegre de verla en el sitio de siempre, me pregunta si quiero una bola o dos -el doble no eleva el precio, sino las calorías-, y respondo: ¡Dos, por supuesto! -con entusiasmo de niña. No hay maneras más elegantes ni suaves que las suyas. Toma su tiempo coger la cantidad perfecta, colocarla ajustándose en resbaladizo equilibrio sobre el cucurucho de barquillo, aplastarla un poco con el "funderelele" o "boleadora" -como llaman en Cuba a la cuchara para servirlo-. La cola ha aumentado su tamaño, pero nadie tiene prisa. Todos la observan, esperan y disfrutan. La señora del carrito, después de todos...

Lo sé. Lo vi. Y lo siento.

  Nothing Compares 2U, Sinéad O´Connor La calle atestada de gente vestida de ocio, de fiesta, con el verano aún coleando por las esquinas. Y apareces delante, siglos sin verte, con el gesto crispado y los dedos que, más que sujetan, hieren el cigarrillo que siempre llevas prendido en tus labios. Habanos. No has cambiado en todo este tiempo.  Detrás de ti, tu mujer y tu hija, sonrientes, ajenas a tu imagen de hombre devastado que rumia los presagios aún no cumplidos. Cuánta soledad asoma ya a tus ojos de hombre serio. No me has mirado. No me has visto, escondido en tu negrura. Somos fantasmas que circulan en dirección contraria. Si alguien me pregunta alguna vez de qué forma camina la ausencia, diría tu nombre. Dos años después vi la esquela en el periódico, mes de noviembre. Y como si me devolviera la hemeroteca a dos años atrás, me crucé de nuevo contigo en aquella tarde aún septembrina, con tu recuerdo de hombre difunto de ella. ¿Se puede morir por otro?... Claro que sí. En ...

El año del monzón.

Monsoon, Tokio Hotel …Se olvidó la gabardina… ¡El señor se olvidó la gabardina! -Oyó la maiko decir a la anciana que viajaba junto a ella en el Shinkansen, de vuelta a la ciudad-. Yo no puedo llevármela. Déjela usted en el servicio de objetos perdidos. Es una prenda muy buena. Y usted parece responsable. No me fío un pelo de estos revisores que han contratado últimamente, pendientes de todo y de nada… Llévela usted, yo me bajo enseguida. Ha debido de apearse en Nagano, donde hizo la última parada… yo me quedo en Kumagaya. ¿Usted va hasta Tokio, verdad?... La maiko indicó un tímido sí. Llevaba un precioso furisode, adecuado para la ceremonia de graduación de su prima Noriko, que se celebraría en unas horas, en Tokio. Había subido en Itoigawa. Llegaría con el tiempo justo para coger el metro y desplazarse a la Universidad Metropolitana de Tokio. El Campus de Minami-Osawa no quedaba cerca, precisamente. Pero los ojos de la anciana suplicaban. “Lo haré, no se preocupe”. Tomó la...

Obdulia Bercedo

  A los lectores que me visiten, disculpen que no me levante y permitan que esta tarde, en la que un gris implacable se ha instalado en la ciudad, les salude y cuente por qué Obdulia Bercedo se presenta aquí. Obdulia era el nombre de mi abuela materna. Mujer de gran carácter, magnífico sentido del humor, y mala salud de hierro, prohibió a sus hijas e hijos que nombrasen a las suyas de esta manera. Y las hijas  -obedientes cuando se trata de las decisiones de los padres- eligieron otros -ni más ni menos afortunados-. Su nombre y uno de sus apellidos -no el primero- evocan en mi memoria los gratos y lentos días del verano en que íbamos desde La Rioja a casa de los abuelos, en un pueblo palentino. La casa de los abuelos, con su desván, su baúl lleno de sorpresas, los montones de revistas y periódicos, botellas vacías de licor Calisay que sin embargo nadie bebía... Cajas enteras de agua de Corconte. Una pirámide (la estructura) para aliviar el reúma que torturaba a mi abuela... La...